Entrevista Lluís Coloma, pianista de referencia. Ante el lanzamiento de su nuevo disco Trip to everywhere
El acreditado pianista catalán Lluís Coloma es noticia en estos días por el lanzamiento de su nuevo disco y por su espléndido concierto en el Patanegra Club capitalino, donde exhibió sus particulares dotes de interpretación que cautivan al público.
Aprovechando su estancia en Madrid, en La Quincena hemos querido conocer más en profundidad a este músico con un cuarto de siglo de carrera profesional, capaz de ofrecer casi un concierto semanal desde que se inició el siglo XXI, llegando a superar el centenar en tres temporadas recientes. Y todo ello, sin salirse de un marco y estilo propio, bien definido desde la cuna, que hace a Coloma ser reconocido como uno de los mejores embajadores actuales del blues y el boogie woogie en el viejo continente.
Inicialmente influenciado por Jerry Lee Lewis, Alan Price o Roosevelt Sykes, la genialidad y la inspiración de Coloma -que comenzó a tocar el piano a los 9 años y lleva 27 haciéndolo de manera profesional- le han permitido explorar y evolucionar dentro de estilos como rock and roll, country, jazz y, por supuesto, la música clásica.
Lluís ha compartido escena con otros grandes pianistas como Jean-Pierre Bertrand, Mark ‘Mr B’ Braun, Barrelhouse Chuck, Steve Big Man Clayton, Carl Sonny Leyland, Frank Muschalle, Rob Rio, Bob Seeley, Christoph Steinbach, Ben Waters, Christian Willisohn, Mitch Woods y con reconocidos músicos de blues como Manu Dibango, Sax Gordon, James Harman, Corey Harris, Erwin Helfer, Sharon Jones, Loti Lewis, Jean-Jacques Milteau, Mike Sánchez, Phil Upchurch, Kenny ‘Blues Boss’ Wayne, Joja Wendt o Axel Zwingenberger.
Galardonado con varios premios, Coloma realiza brillantes composiciones y ha ejercido como director artístico en festivales, conservando su pasión por transmitir la música, ya sea mediante clases o la organización de eventos.
Ahora, Lluís exhibe su decimotercer trabajo Tryp to everywhere, con once temas muy sugerentes, pleno de originalidad, mezclando tradición con innovación junto a su Musical Troupe, en la que se integran nuevos instrumentos de cuerda y percusión, destacando la participación del prestigioso guitarrista Jaime Stinus al lado de otros trece -también- músicos y otros tantos instrumentos.
Trip to everywhere (Viaje a todas partes) ve la luz a finales de mayo y se comercializa a través de las plataformas actuales, y mediante su distribuidora en tiendas, bajo el sello Blue Moon Inner Jazz Records de la discográfica Fresh Sound Records.
En concierto, se presentará el 3 de junio en Jaén, dentro del ciclo Noches de palacio, continuando el 29 de julio en el festival de jazz de Arenys de Mar, el 26 de agosto en Platja d’Aro, y con tres días de concierto en el Café Central de Madrid, 16, 17 y 18 de septiembre, así como en otros eventos en Barcelona.
¿Un pianista nace o se hace?
“Creo que hay algo de vocación, si no tienes la pasión por ello, no se puede hacer, por mucho que te guste. Has de dedicar el tiempo, sino no se puede llegar a la excelencia. Hay que tener la fuerza y la energía para seguir adelante. Para mí ha sido muy natural, porque el piano es un juguete.
Franceses e ingleses inciden en verbalizar tocar como juego (play). Digamos que yo juego el piano, es parte de mi vida, y con lo que me expreso mejor. Como cualquier instrumentista hace, sacando lo que siente dentro y expresándose, para transmitir más emociones”.
¿Cómo comercializa su obra un músico fuera del espectro más comercial?
“Básicamente, con los conciertos en directo, donde la gente te conoce y te ve. Cuando vendes un disco, alguien se lleva un recuerdo firmado de aquella noche, y ayuda mucho al músico directamente. La experiencia del directo hace que la gente reconozca lo que hace el músico, y lo que éste, con ese trabajo de hormiguita, va consiguiendo poco a poco. Lástima que no haya más espacios para que los artistas puedan evolucionar así, lejos de ser un tema monetizado que impide que algunos músicos se pierdan o desistan”.
¿En qué estilo enmarcas tu obra?
“Soy pianista, en general. Dentro de esto, me gusta desde el blues, el boogie-woogie, rock and roll, música clásica, country (me gusta mucho), la música de Nueva Orleans, swing o jazz (concepto muy abierto, muy genérico). En realidad, yo creo mis canciones donde se combinan los diferentes estilos, con mi propio filtro. No me gusta definir mi música, porque puede encasillarse y eso no debe pasar con ninguna música, pues se limita y genera predisposición”.
¿Cómo influyen las nuevas formas de escuchar música para un artista?
“Hace que se consuma muy rápido la música, quizás demasiado rápido. El concepto de escuchar los once o doce temas de un disco, que genera sensaciones de una obra global, desaparece, hay menos paciencia para escuchar; creo que esto resta algo de valor de un músico, pues detrás de una canción hay horas y horas de trabajo, y ese valor es importante que la gente lo tenga presente.
También la calidad de cómo escuchamos la música ahora, es una pena, pues los músicos intentamos en los estudios que la música suene lo mejor posible, y luego pueden escucharlo en el ordenador o con cascos o altavoces pequeñitos”.
La interpretación de la obra, más allá de tocar un instrumento, ¿se tiene o se adquiere?
“Yo no lo pienso, va apareciendo con la experiencia, no está pensada ni meditada, surge. Lo primero es la música, a partir de ahí, intento exteriorizar lo que siento adentro y me sale así, de forma natural y espontánea, yo antes era más tímido y no lo exteriorizaba. Es cuestión de perder timidez, estar más relajado, y hacer que la gente entre más en el viaje con la música, que es la que te lleva a esto”.
¿Qué debe sentir el público cuando tus dedos pulsan las teclas?
“Presencia, estar ahí, ni pensar, escuchar y estar atentos a la experiencia del sonido, del momento, y conectar con él. Simplemente, experimentarlo, sin ningún pensamiento ni juicio”.
Técnicamente ¿qué consideras primordial a la hora de tocar el piano?
“Lo más importante de la música es el tempo, si no, no hay nada para mí. Ser capaz de mantener una pulsación, un ritmo, constante, mantener la sensación que genera y, a partir de ahí, continuar para ir concluyendo cosas. Lo más importante es explicar algo, una historia, que ha de llevar una lógica, melódica, rítmica, armónica, ambiental, pero algo que te envuelve, tocar rápido, trepidante, genera tensión, excitación, como no piensas, fluyes más, te dejas llevar, pero hay que tener una guía, tenerlo claro, para saber lo que vas a hacer y partir de ahí… Tocar siempre lo más relajado que puedes, sin juzgarte, ni pensar”.
¿Qué traerías de la música de los años 50 hasta nuestros días? ¿Qué te llevarías de la música actual a la mitad del siglo XX?
“Por ejemplo, que había mucha más música en directo; y los pianos acústicos, de sonido más natural. La experiencia de ir a un concierto era diferente a la de ahora; entonces, el rock, el boogie-woogie, el swing o el jazz era música popular.
Pues, quizá, me llevaría la parte tecnológica de una grabación, para ganar calidad en aquellas grabaciones de los 50, para poder oír alta fidelidad y sonidos bien mezclados, y también poder lograr más vídeos de ellos en directo”.
¿Con qué músico-s te hubiera gustado o te gustaría tocar?
“Por suerte, a todos los músicos que admiro he tenido la oportunidad de conocerlos, casos de Bob Seeley (leyenda vida del boogie-woogie) o Barrelhouse Chuck (pianista fallecido de blues), entre otros. Me hubiera gustado conocer a Ray Charles, aunque tocar con él, no sé, me hubiera puesto muy nervioso; a Jerry Lee Lewis (uno de mis favoritos, que me abrió el mundo y los orígenes de su música), igual. Me gusta compartir con muchos músicos que me motivan, me es muy difícil decir a alguno en concreto. De todo el mundo se aprende algo”.
¿Cuándo crees que un pianista alcanza el cénit?
“En conectar un tema de arriba abajo, sin que un pensamiento lo pueda bloquear. Es el solo perfecto que buscamos todos los músicos”.
¿Qué te llevas de tu última actuación en Patanegra Club, en Madrid?
“Me llevo muy buen rollo, un sitio fantástico que, seguro, se va a convertir en referencia, porque es un lugar agradable, de buena acústica, accesible, y de buena cocina. Lo más importante es que el club lo lleva gente con cariño, de dedicación y pasión, que es lo que hace que las cosas funcionen y tengan encanto, más allá de la parte monetaria. Experiencia única e inolvidable, con esa atmósfera creada. Como dice Manolo, mi contrabajista, los músicos somos los doctores del alma”.
¿Cuál sería tu piano ideal?
“Para mí, el mejor sería Steinway & Sons, modelo D, porque es considerado como el mejor piano del mundo, que está en todos los grandes auditorios de nivel, es el que suena más bonito, para mí. También podría ser el modelo B, un poquito más pequeño. Yo suelo tocar con Yamaha, como el C3 firmado por Daniel Barenboim y cedido por Eduardo Muñoz (Pianocraft), con el que jugué en Patanegra”